DESDE ARAGÓN, CONSTRUIMOS SOCIALISMO.

A día de hoy, 23 de abril de 2022, la clase obrera aragonesa sigue sometida a la situación de subyugación y miseria que desde hace décadas el capitalismo y el Estado español le han tenido reservada. En estos momentos se enfrenta completamente indefensa a un período de agudización de la crisis capitalista que, como ya estamos viendo, está teniendo consecuencias gravísimas tanto para la clase obrera como para el territorio. Desde Purna, entendemos que la lógica del capital constituye el núcleo común de muchas de las problemáticas que se dan hoy en Aragón, y que, consecuentemente, deben ser estudiadas y enfrentadas desde una perspectiva integral que sitúe la superación del capitalismo como el objetivo principal.

Cuando analizamos el papel que el capitalismo reserva a Aragón dentro del proceso de acumulación, tanto a escala estatal como global, vemos con más claridad algunas de las sombras que actualmente amenazan al territorio y al proletariado aragonés. En este sentido, la ubicación geográfica estratégica de Aragón ha hecho que desde hace tiempo se le otorgue un papel destacado dentro de los procesos de distribución mercantil como núcleo logístico del capitalismo español. En línea con esta situación, y sobre todo con su baja densidad de población en la mayor parte de su amplio territorio, Aragón se ha conformado como un importante polo de producción y distribución energética. Una transformación que está siendo justificada como “transición ecológica” (uno más de los reajustes del sistema) y que, a juzgar por el altísimo coste medioambiental que está teniendo, de ecológico no ha tenido más que el nombre. Puro greenwashing capitalista. Así, con el medio rural aragonés despoblado y convertido en una granja energética del Estado español, nuestro paisaje habitual ha devenido en inmensos mares de placas e infinitos bosques de molinos, en beneficio único y exclusivo de la oligarquía. A esto se suman otros elementos de la estructura productiva aragonesa, aprisionada en los límites que determina la necesidad de máxima valorización: las macrogranjas porcinas o la turistificación son ejemplos de ello. Aunque esto no es una novedad. El extractivismo capitalista lleva parasitando el territorio aragonés más de un siglo. Lo hemos visto en forma de pantanos que anegaban valles enteros, con macroproyectos especulativos como la Expo 2008, Motorland o ahora con los JJOO de invierno y lo vemos cíclicamente con la permanente amenaza del trasvase del Ebro.

Por otra parte, en la actualidad asistimos a un repliegue autoritario y represivo del Estado español, que viéndose incapaz de mantener el estado del bienestar como antaño, e inserto en un proceso de remilitarización competitiva, mantiene una persecución sistematizada contra los movimientos opuestos al Régimen. Así, hemos visto cómo no les tiembla el pulso para criminalizar y encarcelar a la disidencia, como pretenden hacer con los 6 antifascistas de Zaragoza. Vemos también cómo los medios de propaganda capitalistas cierran filas ante cualquier asunto que pueda poner en cuestión el statu quo burgués, o cómo aumentan los mecanismos de control social, especialmente en aquellos espacios donde la legitimidad del Estado y el sistema puede ponerse en cuestión. La inversión que antes se destinaba a mantener las condiciones que permitían al capitalismo desarrollarse de manera relativamente pacífica puede revelarse insuficiente en un futuro próximo. La burguesía aprieta las tuercas a la clase trabajadora para conseguir un máximo de rentabilidad, al tiempo que refuerza el aparato represivo en vistas a un posible conflicto. Con la inflación disparada y los salarios mantenidos en mínimos, la lucha de clases se acentúa, también en Aragón. Y, por desgracia, hemos de admitir que no estamos bien preparadas.

En esta coyuntura, no faltan oportunistas que instrumentalizan estas problemáticas para arrastrar a la clase obrera a sus proyectos interclasistas. No basta, como pretenden hacernos creer, con cambiar un puñado de leyes o con aumentar el nivel de autogobierno. Mientras no se transformen los cimientos que estructuran la vida social, mientras no se acabe con el capitalismo, lo más que podrá hacerse será poner parches, mejoras mínimas destinadas a ser barridas cuando llegue la próxima crisis. No somos ilusas: sabemos que el capitalismo no puede desaparecer en este momento, y que serán necesarios esfuerzos ingentes a lo largo de un tiempo prolongado para que su fin llegue a ser siquiera una posibilidad. Pero nuestro trabajo ha de ir dirigido a alcanzar ese objetivo, no a empujar al proletariado hacia unos objetivos reformistas que no pueden ser alcanzados.

La socialdemocracia (sea o no nacionalista) lleva décadas de participación institucional con nulos resultados en favor del proletariado aragonés. Su margen de actuación se estrecha cada día, conforme se acentúan las contradicciones internas del capital. Ni siquiera en ámbitos como la cultura han sido capaces de hacer valer sus tesis reformistas. Y en última instancia, no han servido más que para facilitar al PSOE -piedra central del Régimen español- el hacer de las instituciones autonómicas aragonesas su cortijo.

Pues bien, nosotras decimos que el problema de fondo de la clase obrera en Aragón, y del que emanan la inmensa mayoría de las miserias que sufrimos en nuestro día a día, es un problema internacional: el sistema capitalista. Así pues, no hemos de dejarnos engañar: el enemigo del pueblo trabajador aragonés es la burguesía, aunque se envuelva en la cuatribarrada y cante el Canto a la Libertad, aunque represente un “capitalismo con rostro humano”. Da igual si nos la encontramos en Madrid o en nuestra propia casa. Con el capitalismo no hay futuro ni para la clase obrera aragonesa, ni para el territorio, ni para nuestras lenguas y cultura. Por ello, nuestra apuesta sincera es por construir socialismo, no como mera alternativa posible al capitalismo, sino como la superación práctica de este.

Contra el Estado español.
Contra el capitalismo.
DESDE ARAGÓN, CONSTRUIMOS SOCIALISMO.