Estos días estamos viendo de nuevo como los medios de comunicación se llenan de imágenes de disturbios mientras los tertulianos repiten como loros una palabra mágica: “violencia”.

Esos supuestos periodistas “críticos” e “independientes” solo ven la violencia de los que protestan contra una situación cada vez más insostenible, pero son ciegos ante la violencia sistemática a la que estamos sometidas, no solo la policial, sino también la que se ejerce día tras día en nuestras vidas cotidianas: la pobreza, la explotación laboral, el paro, los alquileres abusivos, los desahucios.

Ninguno de estos voceros de la clase dominante, que están donde están precisamente por decir lo que dicen, ven la violencia de este sistema, pero se les llena la boca para acusar desde la superioridad moral a aquellas que luchan contra ella.

Si la violencia te quita la razón, hace tiempo que este sistema y sus intelectuales han perdido toda legitimidad. Pero si intentamos entenderla de una manera realista, y no con una ingenuidad cómplice, lo que vemos es que no es lo mismo la violencia que sustenta la opresión que la que combate contra ella, que la legalidad burguesa a la que apelan no es más que una expresión de su poder de clase, y que históricamente los derechos no se conceden ni se pactan, sino que se conquistan.

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