Asistimos al final de un ciclo político. La inminente crisis hace más visibles las contradicciones del modo de producción capitalista. El proceso de proletarización se agudiza y el estado del bienestar da muestras de agotamiento, incapaz de hacer frente a la miseria cada vez mayor que nuestra clase enfrenta, evidenciando el fracaso histórico del programa socialdemócrata. De un tiempo a esta parte, vemos cómo el régimen capitalista se viene preparando con mayor ahínco para afrontar momentos difíciles a nivel político e ideológico, rearmándose y emprendiendo una ofensiva reaccionaria que le proporcione la mayor ventaja posible sobre una eventual oposición extraparlamentaria capaz de disputar efectivamente el poder a la burguesía.

En este sentido, entendemos que asuntos como la guerra imperialista, la inflación, los desabastecimientos, la crisis climática, la reconfiguración del sistema eléctrico, el aumento de la represión y el control social, etc., son expresiones de un momento de inestabilidad capitalista que, en unas condiciones de organización óptimas del proletariado, podrían impulsar la construcción de un movimiento revolucionario. Sin embargo, nos encontramos con que hemos de afrontar estos episodios desde la debilidad absoluta. Una debilidad determinada por nuestras condiciones históricas, pero también por las prácticas políticas pasadas, marcadas por la neutralización del movimiento comunista internacional y su desintegración en el maremágnum de la izquierda actual, un espacio que ha acabado mostrando sus límites para la construcción de una militancia potencialmente revolucionaria.

Sin embargo, no basta con quedarse en el lamento. Ante la evidencia de la inefectividad de los modelos militantes y organizativos heredados y predominantes hoy en día, cada vez más se vienen configurando corrientes críticas que nacen con la voluntad de enmendar el proceso anterior para reconstruir en toda su potencia el movimiento revolucionario.

Por ello, queremos hacer un llamamiento a la juventud de la clase obrera en particular y a la clase obrera en general a asumir la organización y la militancia revolucionarias como las únicas vías efectivas para hacer posible un futuro socialista, frente a los modelos de militancia-activismo mayoritarios, que consideramos, con base en nuestro análisis de la experiencia pasada y presente, inútiles.

En este sentido: ¿Qué es ser militante revolucionaria? ¿Por qué militancia apostamos en Purna?

Durante años, desde Purna implementamos una forma de militancia y del propio trabajo político poco reflexionada, que se limitaba a imitar las formas políticas predominantes. A esta forma de militancia, desarrollada por inercia, le subyacía una concepción idealista de la realidad y de sus posibilidades de transformación, y una ausencia de análisis riguroso, lo que derivaba en una estrategia impotente, aprisionada entre pulsiones reformistas y acríticas.

¿Cómo se concretaba esta estrategia? Insistimos en todo esto como autocrítica, porque son las dinámicas que han conducido durante mucho tiempo a nuestra organización y siguen siendo generalizadas en la izquierda y los movimientos sociales. El grueso de nuestro trabajo se basaba en organizar campañas sobre el tema que estuviese de moda en ese momento, y en celebrar eventos culturales y político-festivos que atrajeran jóvenes, nos aportaran financiación (para seguir reproduciendo y ampliando esta dinámica sin un objetivo político claro) y, sobre todo, generaran un espacio de socialización y construcción de redes a nuestro alrededor. También nos manteníamos en la indefinición ideológica como medio para acercarnos a más personas. Aunque realizábamos formaciones políticas, estas eran erráticas: no se basaban en unos objetivos definidos y claros, sino en la disposición de la asamblea y de las militantes que la proponían; no seguían una continuidad o un plan más amplio y, en la mayoría de los casos, estaban de nuevo más orientadas al proselitismo y captación de militantes que a la formación de cuadros en la organización.

Por lo demás, todo esto se coordinaba a través de asambleas ineficientes, que ocupaban una gran cantidad de tiempo para acabar decidiendo fundamentalmente cuestiones de gestión. Absurdamente, el grueso del tiempo militante se dedicaba, entonces, a la realización de las propias asambleas para la gestión del trabajo militante, a la participación en eventos y campañas de propaganda, o a la organización y asistencia a movilizaciones.

De esta forma, el grueso de estas prácticas tenía un sentido identitario, contracultural y escaparatista. Llamamos identitaria a la militancia que se convierte en una forma de reafirmación individual y colectiva por encima de una herramienta de transformación. Llamamos contracultural a la tendencia a refugiarse en la construcción de una cultura y una comunidad propia, alejada del conjunto de la sociedad y la clase trabajadora. Y llamamos escaparatista a la realización de un trabajo político orientado fundamentalmente a la apariencia y la proyección exterior, tratando de resultar atractivo para lograr militantes.

De un tiempo a esta parte, empezamos a descubrir el agotamiento y la ineficacia de estas formas políticas, y comenzamos un proceso de cuestionamiento y elaboración de una estrategia realmente marxista y revolucionaria, proceso que dura hasta hoy y que se sedimentó en los posicionamientos adoptados en la VIII Asamblea Nacional. Revisamos la estrategia y las formas políticas que estábamos siguiendo por inercia, tratando de cambiar todo aquello que no estaba funcionando. Y es que solo mediante el trabajo de formación y crítica, y sobre todo con el afianzamiento de nuevas formas y prácticas políticas, podemos superar estas dinámicas que nos lastran.

Entendemos ahora que la militancia no puede basarse en ningún caso en el identitarismo ni en la mera generación de una contracultura propia. No podemos encerrarnos en nosotras mismas, a gusto con nuestros códigos y nuestras convenciones libres de contradicciones, pero impotentes para transformar la realidad. No queremos hacer de la militancia una identidad que nos diferencie y desde la que oponernos al mundo, ni un hobby para sentirnos bien y pasar el tiempo libre, hasta que acabe la época estudiantil y las obligaciones de la vida adulta releguen la militancia fuera de nuestras vidas. Y, sobre todo, no debemos seguir repitiendo las mismas formas y lugares comunes de la izquierda actual, en un trabajo vuelto fundamentalmente hacia nosotras mismas, pero ajeno a las personas a las que creemos apelar y sin las cuales ninguna revolución puede triunfar.

Sabemos que nuestra tarea es trabajar con la realidad tal y como es, y no como desearíamos que fuera. Y que la clase trabajadora, aquella a la que apelamos y que aspiramos a transformar e incorporar al movimiento revolucionario, no puede trascender su estado de conciencia mediante la mera propaganda, sino que es la práctica política, en el desarrollo del conflicto de clase, unida a la transformación de sus condiciones materiales, la que le permite elevar su conciencia y avanzar hacia posiciones revolucionarias. Por eso entendemos que la base de nuestro trabajo militante ha de ser la intervención política en aquellos espacios en los que lucha la clase trabajadora; aunque no en cualquier espacio, sino en los que, por sus características, tienen mayor potencial de elevación del conflicto y son difícilmente asimilables por la burguesía. Sabemos que este trabajo ha de realizarse con honestidad y paciencia, no desde el oportunismo ni desde la instrumentalización de esos espacios, buscando hacer mero proselitismo, sino desde el compromiso sincero. Este trabajo requiere una responsabilidad a largo plazo, y es una labor de hormiga, que debe bregar en cada contexto y circunstancia concreta, tomando las decisiones adecuadas y haciendo el trabajo necesario para agudizar el conflicto, potenciar las luchas obreras y elevarlas hacia una posición revolucionaria, que aspire a la ruptura con el poder y el modo de producción capitalista.

Junto a esto, es necesario un trabajo de formación constante, con el fin de aumentarlas capacidades de la militancia y su capacidad de análisis, comprensión e intervención en la realidad. La práctica política ha de ser constantemente confrontada y adecuada al análisis y la comprensión marxista de la realidad, así como nuestros análisis y teorías deben pasar el filtro de la práctica política, de su potencia para impulsar el avance del movimiento revolucionario. 

La base del trabajo militante en Purna es, por tanto, la formación y la intervención política, desarrollada en colectivo y orientada y acompañada por el conjunto de la organización. Rompiendo con las inercias pasadas y tratando, a pesar de los distintos problemas y dificultades que enfrentamos, de servir como herramienta para desarrollar un verdadero movimiento revolucionario en Aragón.

Llamamos a todas aquellas personas que quieran acompañarnos en este proceso a que se organicen y militen.

Ya es hora. Organicemos un futuro socialista.

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